Los pinceles que no cesan

Por Roberto Uría

RAMÓN UNZUETA EN SU ESTUDIO DE TENERIFE , 2011

  Los pinceles de Ramón Unzueta siguen pintando. El artista no ha dejado de crear tras su partida. Nadie se imaginó con cuánto frenesí pintó en los últimos años de su vida. Pero ya todos sabemos y sentimos cómo su vasta obra ha seguido creciendo. Sorprende la cantidad: encanta la calidad, la diversidad, la destreza técnica. Su universo es infinito.

  Porque esos personajes que creó, y que ya son parte de nuestra familia afectiva, han seguido creciendo con el paso de los años. Y hoy nos hablan con la misma voz, pero con otros tonos y de otros asuntos que los formaron y conformaron, y que no intuíamos. Lo que sería una de las formas de precisar la grandeza de un artista.

  Y sus mujeres, ya sea una habanera sufridora, una sevillana pasional o una actriz del cine mudo, continúan contándonos sus historias, llenas de detalles fascinantes, en los coloridos óleos o en los pasteles sobrios.

 Y sus payasos y acróbatas, en un circo alucinante, siguen susurrándose al oído tristezas y esperanzas. Hacen malabares en la cuerda azul de un horizonte que no era límite para el pintor.

EL TRAPECISTA RUSO , ACUARELA, 2005 15 X 20

  Y sus marineros siguen cometiendo el acto de amarse carnívoramente a la luz tenue de un farol cansado o en el silencio de la madrugada más hospitalaria.

  Unzueta es cine, ópera, literatura, teatro, Cuba y España, sus musas y sus fuentes. Pero es sobre todo vida, mundo, fantástica realidad para alimentar nuestros más íntimos universos: lo maravilloso de ser eternos por un instante.

  Es un privilegio y una bendición que un artista como Unzueta nos acompañe en nuestro paso veloz por la vida. Su presencia nos hace menos isla y más puente sobre océanos de soledad.

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