El pintor y el niño

Por Cecilia Sarraf.

«Al cumplir cincuenta años descubro que mi primera imprudencia fue haber salido de un útero de oro».

Ramón Unzueta

EN NIÑO PENSADOR, OLEO EN PAPEL, 2010 , 12 X 16

A Ramón Unzueta no lo conocí en vida, pero mentiría si dijera que no lo conozco. He llegado a él a través del milagro de su obra y los recuerdos de su hermana y los de sus mejores amigos.

¿Quién fue Rami? ¿Quién fue Unzueta? Los dos en uno: un hombre con alma y ojos de niño, un niño eterno que fue pintor, un talentoso artista, genuino y sincero. Su obra, sus temas preferidos, el tratamiento de las imágenes y las técnicas que empleó así lo corroboran.

Los niños se divierten dibujando caprichosas fantasías con lápices de colores, acuarelas, creyones; así también disfruta Unzueta. Los niños aman el circo y el cine; también los ama Unzueta. Los niños hacen travesuras y se burlan de los defectos de otros; también lo hace Unzueta. Los niños son difíciles de engañar porque pueden leer los corazones de los seres humanos; también lo es Unzueta, quien como nadie desvela el alma y el drama de sus personajes en la expresión de los ojos que les pinta.

No creo equivocarme al afirmar que disfrutó mucho su infancia, porque nunca se cansó de jugar con colores ni abandonó el placer de pintar niños y para los niños.

UNZUETA DIVIRTIÉNDOSE EN PARIS

En el momento que el destino se lo permitió, reconstruyó esa maravillosa etapa de su vida coleccionando mamertos, postalitas, cajitas, soldaditos, libros de cuentos, lápices de colores y todos los “muñequitos” (cartoons) y películas que encontró a su paso.

Pudiera decirse que Unzueta creció para llenar los vacíos que le quedaron a Rami, para darle todo lo que este anheló y no pudo poseer; creció para conservar sus memorias y regalarle con el pincel color a su alegría.

Cuando su paleta fue oscureciéndose por el temor a la pérdida, por el pánico al dolor y al desamparo, Unzueta se dejó llevar por la muerte sin ofrecerle resistencia. Esa fue la alternativa que eligió para proteger a Rami, para perpetuar en su obra al niño que siempre atesoró dentr0.

Cecilia Sarraf, editora.

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