Las dos islas de Ramón Unzueta en el Museo Americano de la Diáspora Cubana
Por Jesús Vega
El Museo Americano de la Diáspora Cubana inauguró el 20 de mayo, fecha cumbre en la historia de la independencia de Cuba y especialmente en el exilio, una de las exposiciones más entrañables que se han mostrado desde que fuera inaugurada la institución: “De isla en isla”, una amplia selección de la obra pictórica y artística en general de Ramón Unzueta (La Habana, 1962; Santa Cruz de Tenerife, 2012), que estará abierta hasta el 15 de noviembre.
La pasión de Unzueta por las artes visuales comenzó desde la niñez, y se materializó posteriormente con sus estudios en la Escuela Nacional de Artes Aplicadas de La Habana, de la que se graduó en 1984. Posteriormente, se desempeñó como ilustrador y dibujante en varias editoriales de educación y literatura infantil, así como colaborador de revistas y publicaciones periódicas. Un trabajo que le haría dominar la acuarela, la plumilla, el lápiz, las tintas y el óleo, técnicas que marcarían la impronta de su obra posterior.
Su salida de Cuba en 1992 para residir permanentemente en Santa Cruz de Tenerife, Islas Canarias, marca el verdadero despegue de su obra plástica. Veinte años de producción ininterrumpida en la que creó un universo en el que se funden la imaginación, la nostalgia, la recuperación de la memoria pérdida, el erotismo y la exaltación del cine, su gran pasión.
“De isla en isla”, constituye un esfuerzo titánico y encomiable de Enaida Unzueta, la gran conocedora, cómplice y musa (junto a la escritora Zoé Valdés) del artista, pues está constituida en gran medida por cuadros pertenecientes a colecciones privadas, ya que la pintura de Unzueta, tanto en diferentes muestras internacionales como en su primera exposición personal en Miami (2001) y con la creación en Miami de “Unzueta Gallery” (2004), alcanzó increíbles niveles de aceptación y ventas, e incluso en la actualidad es codiciada y bien cotizada.
La exposición es una iniciativa coral del Museo Americano de la Diáspora Cubana, Enaida Unzueta, Zoé Valdés, el curador Jesús Rosado y el crítico de arte Gustavo Valdés, quien tuvo a su cargo el texto introductorio de la muestra.
“La idea que motivó esta exposición es la condición de pintor cubano en el exilio”, explica Enaida Unzueta. “Mi hermano vivió toda su vida en dos islas: Cuba (1962 a 1992) y Tenerife (1992-2012). Zoé y yo fuimos sus musas y sus compañeras inseparables. Él confesaba que esta complicidad y admiración surgió desde muy temprano en su obra y de manera involuntaria, no era buscado o provocado. El hecho de pintarnos se imponía a él”.
Aunque la selección de obras incluye autorretratos y otras inspiraciones del artista, sigue un propósito fundamental: la representación de la mujer como uno de los temas raigales de su creación. Protagonistas que se desdoblan en los roles más variados, avatares que conforman “… un inventario muy personal e íntimo…”, como señala Gustavo Valdés. En la muestra comparten espacio las protagonistas más sencillas y pueblerinas, las “bailaoras”, las que sueñan y esperan, las estilizadas chinas y japonesas, las niñas que nos miran inocentes y provocadoras desde el ayer, y las infaltables divas del cine universal, del cual era fanático y gran conocedor. El séptimo arte influye e impone en el color, los planos, las situaciones, la evocación.
“La influencia principal en la obra de Unzueta fue el cine, preferentemente el primer cine (el silente), la teatralidad de las actuaciones fue un hechizo transmutado en su pintura”, asegura Enaida Unzueta. “Alla Nazimova, Louse Brooks, Dietrich, Lillian Gish, Mabel Normand, la primera Garbo, Theda Bara, Nita Naldi, Anna May Wong, Swanson, Pola Negri, en fin, las grandes, las revisitó y recreó a todas. Luego los años dorados de Hollywood cuando las estrellas eran la aristocracia de este país, principalmente Bette Davis, su fetiche por excelencia. Coleccionó y atesoró todo el Technicolor”.
“Una vez le pregunté a qué se debía su pasión por el cine y me contestó: nunca te traicionan, siempre están ahí para ti. Me arropa esa lealtad”, añade Enaida Unzueta. “Otra influencia importante fueron los dibujos animados, Era un coleccionista intenso. Tenía todos los dibujos animados de los diferentes estudios cinematográficos. Warner, etcétera, y por supuesto, todo Disney”.
La muestra de Ramón Unzueta presenta, además de objetos personales del artista, una sección dedicada a sus facetas como dibujante e ilustrador de publicaciones y libros, así como muestras de artículos sobre su exposición en Miami y en otros países, y distinciones como el “Certificado de Visitante Distinguido”, otorgado por Alex Penelas, alcalde de Miami, durante su primera exhibición personal en Miami, en el año 2001. Vale recordar también que se le entregaron las llaves de la Miami, y que en 2006 la Ciudad le encargó la creación del cartel de celebración de la Herencia Hispana.
Recorrer la exposición de Ramón Unzueta nos abre las puertas de un mundo fascinante en el que confluyen la más variada gama de colores y personajes, la maestría en el trazo y la definición de espacios, y, sobre todo, la voluntad de plasmar el recuerdo desde la perspectiva de un creador exiliado entre dos islas que muere cada día, pero que vuelve a la vida en cada trazo, en cada cuadro, en cada pincelada eterna.
Para la pregunta de cuál sería el hilo conductor que unifica esta obra donde se entremezcla lo cubano y lo universal, lo simple y lo entrañable, lo nostálgico y la alegría primigenia, lo erótico y el asombro infantil, Enaida Unzueta tiene una respuesta clara: “Una sensibilidad muy personal, abierta a todo y enriquecida con un vasto conocimiento del arte y la cultura nacional y universal. Unas ansias de saber e informarse nunca satisfechas ni suficientes. Todo le interesaba, era curioso y metódico desde niño”.
“Su trabajo fue su primera y al final, su única prioridad”, añade Enaida Unzueta. “Tenía la disciplina de un monje y aspiraba a pintarlo todo. Ningún tema le era ajeno. Siempre se quejaba de que le faltaría tiempo, premonición o certeza”.
La famosa frase de John Donne (1572-1631), el poeta metafísico y clérigo inglés, “…ningún hombre es una isla entera por sí mismo…” nos viene a la memoria con el nombre de Ramón Unzueta como excepción de esa regla lírica, pues plasmó en su obra lo mejor de las dos islas en las que vivió, para conformar, en definitiva, otra isla eterna: la de su creación, de la que aún queda mucho por explorar y descubrir. No hay frase que resuma mejor esta realidad que la invitación formulada al inicio de la página web dedicada al pintor: “Bienvenidos a la eternidad de su obra”.
“Ramón Unzueta: From Island to Island”. Abierta hasta el 15 de noviembre. Museo Americano de la Diáspora Cubana, 1200 Coral Way. Teléfono: (305) 529-5400. Para información y boletos visite el sitio web https://thecuban.org/ramon-unzueta-from-island-to-island/. Más información sobre el Museo Americano de la Diáspora Cubana disponible en thecuban.org. Para conocer más acerca de Ramón Unzueta visite ramonunzueta.us.
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